miércoles, 16 de julio de 2008

Vidosa el Amigo del "Che"











Ariel Vidosa: “Guevara antes de ser El Che fue mi amigo Ernesto”

Alta Gracia

La lánguida figura del hombre cansado se recuesta orgulloso sobre la estatua fría e inerte. Por momentos su humanidad se desdibuja al lado del bronce a la vez que entrecierra sus ojos pardos, como un puma de las sierras que oculto en el bajo pajonal se apresta a cazar su presa.
Él no va a cazar nada. Tiene más de 80 años y se ha llegado al museo de Ernesto “Che” Guevara ubicado en la ciudad de Alta Gracia , para contar su historia. Esa que jamás lo colocará en un bronce como a su amigo, pese a haber sido también un hombre trinchera, sin fusil, sin ideas políticas pero de trinchera al fin.
A Ariel Vidosa, tal vez no le hacía falta contar sus andanzas de niño con “Ernestito” o “Teté” para acrecentar su figura, porque la vida le dio suficientes herramientas que lo hacen tan imborrables como las calles que alguna vez abrió a punta de pico y pala en Mayu Sumaj. O como las minas de mica que excavó junto a su padre José maría Vidosa, un vasco que escapó al terror que sembró durante tantos años el “franquismo” en España.
Pero su historia vale la pena ser escuchada . Es más, también reproducida y dejada en algún lugar para que las futuras generaciones entiendan que Ernesto “Che” Guevara, no fue un ser llegado del más allá o un intelectual de escritorio advenido a la lucha popular. Que fue un niño de baldío, de casas en los árboles, de notas irregulares y de sueños frustrados, que jugó, lloró peleó como cualquiera de su edad pero con una salvedad: no como cualquiera del sector oligárquico del que provenía, porque el “Che” prefería los amigos de los sectores más humildes; y por eso fue amigo y compinche de Vidosa.
Lo veo trajinar pensativo por el patio de la “Casa- Museo” del “Che”, donde tantas historias compartió con el mítico personaje y me pregunto si a sus más de 80 años es importante que la historia de su amigo lo haya atropellado como un torrente que baja sin aviso desde las sierras.
Se lo ve emocionado y se siente importante. Antes de hablar de su amigo se para en un lugar exacto de patio, casi en una coordenada marcada por un GPS y dice: “ Acá “ gira de frente hacia la calle como mirando una multitud que no existe y vuelve a decir : “Acá me saque la foto con Fidel Castro y Hugo Chávez ( 20 de Julio de 2006).
“ Yo tenía como 11 años cuando lo conocí “al Ernesto”… él 9. Nosotros siempre pasábamos frente a esta casa. Un día había una familia nueva y eran los Guevara- Linch. El padre pasaba mucho tiempo en el Sierras hotel. Ahí se reunía la gente importante de Alta Gracia. Con el tiempo nos fuimos haciendo amigo con el Ernesto, como yo era el más grande de edad y el mas grandote de la barra, los tenía que defender a todos” Recuerda Ariel Vidosa.
Los familiares recuerdan que cuando los presidentes de Cuba Fidel Castro y de Venezuela Hugo Chávez confirmaron su presencia en el museo del “Che” aquel histórico 20 de Julio de 2006, Ariel Vidosa el amigo de “Ernestito-Teté” sintió que un licuado de nervios, ansiedad y alegría corrián por sus venas.
Se ríe como cacareando y al final de cada una de las notas de alegría las cuerdas vocales se le apagan, pero reviven con la siguiente.
“ El padre "del Ernesto" escribió un libro que se llamó “Mi hijo El Che” y ahí me nombra y dice que yo lo cuidaba y tenía razón porque el chico (El Che) tenía asma. Cuando le estaba por agarrar el ataque se daba cuenta. Las primeras veces todos nos asustábamos, pero después lo dejábamos tranquilo y en un lugar aparte se fumaba un cigarrillo del doctor “Andreu”. En la escuela cuando le agarraba el ataque yo tenía que ir a decirle a la maestra.”
Ernestito –Teté y Ariel Vidosa cursaron tres años de la escuela primaria Santiago de Liniers, frente a la plaza principal de Alta Gracia.
“ Era muy travieso- dice Vidosa sobre el “Che”- Yo me sentaba en el banco detrás de él. Un día la maestra iba corrigiendo las carpetas. Me la corrigió a mí después a él y después al que estaba adelante de él. En eso veo que saca un espejo, estira la mano y la deja cerca del suelo para poder verla- asegura con cierta vergüenza- lo toqué en la espalda y le dije “dejate de joder que nos van a echar todos a la mierda” y vuelve a reír como cacareando.
En un apostura más adusta y sin titubear Ariel Vidosa dice que su habitual concurrencia a la casa de los “Guevara –Lich” lo habían transformado como un integrante más de la familia.


El paraguas, el pantalón y la zanahoria
Ariel Vidosa, me contó dos o tres características de la extrovertida personalidad del “Che” que lo deambulaban entre la audacia, la ternura y el desasosiego.
“ Una vez estábamos acá ( en el patio de lo que hoy es la casa-museo) . Éramos cinco o seis, cuando nos dijo ya vengo y se fue adentro. Como a los diez minutos, nos gritó del techo (de zinc y a dos aguas)……allá voy (gritó). El paraguas se le abrió y cayó desparramado cerca de donde estábamos. Salió la madre y casi lo termina de desarmar” Recuerda el hombre como si la anécdota acabara de suceder.
“ Otra vez estábamos por jugar al fútbol y uno de los chicos estaba sentado afuera de la cancha. El Ernesto se llegó y le preguntó porqué no jugaba y el otro le dijo que no tenía pantalón corto. Nos hizo parar el partido, se fue corriendo a la casa, le sacó uno del hermano, lo trajo y se lo regaló. Tenía eso …un corazón de oro” recalca Vidosa
“Este carajo, cada vez que nos juntábamos venía comienza zanahoria. Un día paró el verdulero en la casa de una vecina y un manojo de zanahorias salía por encima de la otra verdura. El Ernesto me dice : Anda Ariel sacale una. Fui con un miedo total a que me descubran y cuando quise agarrar una estaban todas atadas así que no me quedó otro remedio que sacarlas a todas” dice Vidosa buscando la complicidad de los que lo rodeamos, a la vez que vuelve a lanzar una nueva carcajada seca, rudimentaria y llena de cacareos.




A ochenta años del nacimiento del Che
De la Guerra Civil Española a los ataques de asma
Por Pedro Jorge Solans

La ciudad cordobesa de Alta Gracia fue uno de los escenarios más importantes en la vida de Ernesto Guevara Lynch de la Serna, quien después sería el emblemático Che.
En Alta Gracia, el entonces Ernestito iba a cultivar la sensibilidad social a través de sus amistades y del interés que despertó en él el seguimiento de la Guerra Civil Española a través de la emisora radial y de las opiniones de José María Vidosa, ese minero español, anarquista, heredero de El Manifiesto de los Aragoneses a la Nación Española donde se luchaba por un enlace ferroviario entre Aragón y Francia a través de los Pirineos Centrales, y que recaló en Alta Gracia después de liderar una huelga en Los Pirineos mientras se construía el túnel de El Canfranc.
Pero el dolor y el padecimiento no estuvieron ausentes en la infancia de Ernesto. Allí, al pié de las sierras cordobeses, las crisis asmáticas le enseñarían el resto, la otra cara de la vida.
Ernestito o Tete, como le decía su tía Beatriz, vivió en Alta Gracia desde los cinco hasta los dieciséis años. La familia llegó hasta la ciudad del Tajamar precisamente por la enfermedad del nene que naciera en Rosario por casualidad, durante un viaje fluvial desde Caraguatay, Misiones, con destino Buenos Aires.
En la antigua estancia jesuítica de Alta Gracia, Los Guevara hicieron base en el hotel de La Gruta, ubicado al pie de los primeros cerros, donde Ernestito pasó una muy buena temporada y alentó a los padres a soñar que las montañas de Córdoba, el aire serrano, terminara con ese maldito asma.
Después, y con la esperanza a cuestas, se mudaron a una finca llamada Villa Chichita y enseguida nomás, llegaron a lo que sería el centro de la vida de Ernestito en Alta Gracia, una casa conocida como Villa Nydia, que hoy es el museo del Che y que fuera visitado por los mandatarios latinoamericanos Fidel Castro y Hugo Chávez, y se erigió en el atractivo turístico internacional por excelencia de las sierras.
Los amigos de Ernestito o Tete, eran hijos de mineros, de peones, de mozos. Eran pibes que no acudían a menudo a la escuela por falta de ropa y porque tenían que salir a vender peperina, alfajores, frutas, huevos o tenían que salir a lustrar botas en la estación del ferrocarril, en las paradas, o en aquellos lugares que visitaban turistas.
En ese contingente de niños amigos de Ernestito, se encontraban los hijos del minero anarquista, español, don José María Vidosa, que vivían atrás de la casa de los Guevara. Detrás de un cañaveral. Allí, se conocieron Ariel y Dante “Tiqui” Vidosa con Ernestito, y juntos empezaron a ir a la escuela. La amistad creció entre los tres de una manera que casi vivían juntos. Jugaban, comían, estudiaban y salían de aventuras.
Ariel apeló a la memoria para revivir cómo tomaban el mate cocido con galleta en su casa y Ernestito se entusiasmaba al verlo a José María Vidosa escuchar por radio las noticias de la Guerra Civil Española.
“Ernestito le preguntaba a mi padre y se quedaba con él; mientras nosotros nos íbamos a jugar él, seguía escuchando la guerra con mi padre,” señaló Ariel.
Ernestito con la información y lo que le contaba el minero anarquista español hizo un mural donde sobresalía el mapa de España y reflejaba los avances militares y seguía paso a paso el desarrollo bélico.
Ariel, en su casa de Mayú Sumaj, también recordó que “la Guerra Civil española nos marcó a todos. Ernesto sabía los nombres de los generales que defendían la República. Mi viejo había comprado la radio y ponía fuerte a todo volumen para escuchar las noticias y Ernesto construyó trincheras al fondo de su casa, en la Villa Nydia.”
A los dieciséis años, Ernesto se fue de Alta Gracia y Ariel no lo vio más. En tanto, con el Dante, “Tiqui” Vidosa se volvieron a ver varios años después, en la frontera de Argentina con Bolivia, cuando Tiqui Vidosa era gendarme.



Niño asmático
Los Guevara acudieron al médico fisiólogo, especialista en pulmones, Carlos Ferrer, padre de Calica, otro amigo entrañable, para que atendiera a Ernesto que no siempre respondía a la terapia.
A veces no podía asistir a la escuela San Martín donde sólo cursó regularmente segundo y tercer grado, quinto y sexto lo hizo yendo cómo podía. Entonces sus hermanos o sus amigos copiaban las tareas y él estudiaba en su casa.
Ariel Vidosa dijo; un año, creo que habrá sido en 1936 o 1937, cuando los remedios para el asma eran terribles, el médico Ferrer le recomendó a don Ernesto que Ernestito durmiera con bolsas de arena todas las noches, y él quieto, obediente, lo hacía en forma estricta.
Pese a las crisis asmáticas, Ernestito nunca dejó de jugar ni se privó de practicar deportes. Jugaba muy bien al golf, al ajedrez, al fútbol y al tenis.
Hacíamos caminatas y excursiones a minas abandonadas y pasábamos por los túneles, arrastrándonos para no desbarrancarnos.

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