jueves, 15 de enero de 2009

Dolores....Mística y Olvido








Por encima de la Capilla construida entre 1731 y 1785 se yergue, como la misma espada que alguna vez levantara el Hidalgo Jerónimo Luis de Cabrera a orillas del Suquía, una masa metálica color plomo ya casi cobrizo por el herrumbre. Es la estructura de un viejo Molino que representa mucho más que un conjunto de hierros que viajaron en barco a principios del siglo pasado a América.
Este molino fue construido en Francia y su diseño pertenece al ingeniero de Alexandre Eiffel, el propio creador de la Torre más famosa del mundo. La obra, abandonada por cierto, ingresó al país para la Exposición Rural de principios de siglo pasado (año 1.900)
El molino, obra de aquel famoso está enclavada en Dolores, un pueblo separado a tan solo cinco kilómetros de Capilla del Monte y que alguna vez representara un punto de encuentro para varias generaciones de paisanos y porteños que verano tras verano llegaban en tren, escapando de los calores de las grandes ciudades y buscando refugios en esos paisajes que aún son indescriptiblemente bellos.
Por esa vía y con el mismo objetivo, alguna vez llegó a esos parajes el escritor Hugo Wast, quién vivió durante varias décadas en un caserón cuyas arcadas miran al norte, separada de la antigua parroquia por un callejón que muere en un cerco de ramas y alambre.
Su casa actualmente de pie y conservada tal cual la tenía el famoso escritor fue bautizada “Flor de Durazno”, nombre de una de las obras literarias más imponentes de Hugo Wast que en 1917 llegó al cine bajo el mismo título y en cuya película significó el debut cinematográfico de Carlos Gardel.
“Mi casita está situada en el cruce de dos caminos. Por el uno , que va de San Esteban a Capilla del Monte, pasan las polvorosas cabalgatas de las gentes alegres. El otro , ancho, melancólico y de costumbres solitario, lleva pausadamente al blanco cementerio, tendido en una loma pedregosa y estéril, donde solo crece el tomillo. Mis huesos aristocráticos irán a dormir confundidos sin repugnancias, con los huesos anónimos de los pobres paisanos que allí descansan sus pobres fatigas. Cuando supe que estaba sentenciado, deseé vivir hasta escribir mi libro”. Describió Wast.
El libro, al que se refiere el gran autor, cuenta una historia de amor y tragedia sucedida en Dolores. La misma involucra a personajes típicos de aquellos tiempos y que se entremezclaban con el aroma y el paisaje que le dan a la vida cotidiana, parte de lo agreste de la mística del misterio y el dolor.
El cura Filemón Rochero, Don Germán Castillo, la hermosa Rina, Candela, curandera y adivina , el paisano Fabián y Miguel el porteño engreído , son los personajes principales involucrados en la trama, que saca a la luz aristas de una época donde las clases sociales predominantes avasallaban al paisanaje que solo atinaba a agachar la cabeza como único reflejo de defensa y con la punta de sus alpargatas pétreas y rotosas, garabatear incomprensibles gráficos en la aridez de su propio terruño.
Cuando la “Flor de Durazno” emergía de la sabia de la propia planta, Miguel enamoró a Rina prometida de Fabián. Los familiares de Miguel nunca aceptaron a la niña que nació con el cambio de luna y Fabián siempre recordó la traición y la vergüenza, cada vez que alguien llegaba a su casa y preguntaba si la niña rubia ojos azules era hija suya.
Los personajes de “Flor de Durazno” aún viven en la historia misma de Dolores. El silencio de la atmósfera está teñida en código de estas vivencias solo esperan ser descifradas.
Sus almas deambulan en las sauces llorones, en los aromitos en flor y en el cinturón sinuoso del arroyo, también mudo testigo de la historias de amor y de la tragedia.
Hay que volver los ojos y mirarla, Dolores no es una tierra más en esta tierra; es historia de belleza y mística.
Por ahora solo es Olvido.